El golpe al observador es aún más rotundo cuando se sabe que no hay ningún tipo de efecto ni truco en las imágenes del artista japonés. Kawaguchi se sirvió únicamente de una aspiradora, unas bolsas de plástico y los intrépidos voluntarios que tuvieron a bien introducirse en ellas. “Quería preservar ese sentimiento para siempre”, explicaba al medio alemán Spiegel.









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