La arremetida estudiantil ha reabierto inesperadamente este conflicto social que ha marcado el Gobierno del presidente Sebastián Piñera, cuya popularidad alcanza un 27% pese al crecimiento económico del 5,5%, de acuerdo con la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) dada a conocer el martes. “En el país se escucha mucho ruido, gritos, y la forma de avanzar no es con tomas, violencia ni bombas molotov”, dijo el domingo el jefe de Estado, cuya Administración apostaba por dar respuesta a las demandas estudiantiles a través de diversos proyectos de ley radicados en el Congreso.
La protesta callejera fue el inicio de una oleada de ocupaciones y paralizaciones, fundamentalmente en los establecimientos estatales de mayor tradición. Los jóvenes reclaman un nuevo modelo educacional y pretenden que La Moneda retire del Parlamento los proyectos de ley que no fortalecen el sistema público, como el que permitirá a la familias desgravar impuestos de lo que pagan en educación. Aunque las cifras cambian de hora en hora, hasta este miércoles una docena de colegios estaban movilizados a nivel nacional, la mayoría en la capital. Los estudiantes de la Universidad de Chile, la más antigua del país, paralizaron las actividades académicas en 14 carreras y ratificaron la toma de su sede central, ocupada desde el viernes pasado.
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